viernes, 8 de noviembre de 2019

Los monos depilados

Mi primer pasajero del día de hoy iba a un funeral. Un amigo de 29 años que fue atropellado por una chica joven que venía manejando y usando su celular. Murió al instante. Dos familias enteras con las vidas cambiadas para mal, dos jóvenes con las vidas truncadas por el ego y la dependencia de la atención, la validación y la aceptación en las redes sociales. Desde mis vértebras hechas pedazos por lo mismo me pregunto.
¿Cuando alguien está conduciendo una maquinaria letal como es un carro, se preguntará por un segundo si un mensaje no leído es más importante que la vida en general? ¿La gente que usa el celular de manera inmersiva mientras debe hacer otras tareas con responsabilidad, se preguntarán estas cosas?
El tiempo no se puede virar. ¿No es mejor y más inteligente adelantarse y salvarse de tan terrible situación por tan poco? Solo un poco de responsabilidad nos salva de tanto.
Por otro lado, aquellas personas enfermizas que basan su vida en el entretenimiento moderno de las pantallas y crean tormentas cuando no reciben respuestas al momento cambiando amistad y valores por un reclamo de atención falso y forzado, se detendrán a pensar que a lo mejor el interlocutor que le dejó sus mensajes en visto o que no da una respuesta instantánea, estará simplemente siendo humano con sus tareas diarias?
Se que faltan milenios para ser una civilización evolucionada, pero ¿por qué ni siquiera podemos hacernos cargo de las cosas que ya están en nuestras manos, que además son fáciles, gratuitas y básicas como cuidarnos entre todos?
Sin animos de ofender.
No tiene mucha diferencia de un animal inconsciente, quien opera maquinarias peligrosas y es capaz de usar sus recursos en tareas tan absurdas como usar tecnología inmersiva y que distrae.
No tiene mucha diferencia de un animal enfermo e inconsciente quien crea una tormenta ante el reclamo de atención banal de mensajería instantánea, el 99% de las veces de cosas absurdas que no valen ni una millonésima de lo que se arriesga en la vida real, tangible y en la supervivencia.
Personalmente, una persona que es capaz de hacer estas cosas deja de valer para mi como humano e inmediatamente pasa al espacio de cosas que no merecen vivir en comunidad ni ser respetadas.
En la medida que una persona desprecie la vida suya y de los demás por un poco de reconocimiento psicológico como recompensa a sus vacíos existenciales y va involucionando como ser dependiente del juicio ajeno, hasta llegar a ser un cáncer de la sociedad, quizás nos demos cuenta que no solo vamos involucionando, si no que somos monos depilados enganchados a un circo de embotamiento mental detrás de tanta tecnología de control y retraso del desarrollo humano real.
La tecnología está ahí. El 89% oculta porque a los monos no se les puede dar un arma. El resto, después incluso de haberse comprobado que son completamente inocuas, nosotros con nuestra torpeza evolutiva sabemos cómo convertirla en arma. Y si señores, la dependencia del celular tiene más muertes cada año que la guerra de irak.
Nosotros, los monos depilados, los que nos creemos superiores, no tenemos ni siquiera la capacidad de imaginarnos cómo sería nuestra vida con una relocalización de valores y principios. Preferimos matarnos y quejarnos, antes que elevar nuestro centro de pensamiento a un nivel distinto que el de perseguir la zanahoria en un hilo puesta por aquellos que les conviene que estos monos sigan matándose entre sí y defendiendo falsas causas en vez de vivir una vida feliz como hace siglos podríamos permitirnos, gracias a las herramientas que a todo pesar hemos construido.